La Sombra representa esos aspectos ocultos o inconscientes, tanto positivos como negativos, que hemos reprimido o que nunca han llegado a la consciencia. Estos incluyen rasgos, impulsos, motivaciones y sentimientos que consideramos inaceptables y que, por ello, mantenemos ocultos en lo más profundo de nuestro inconsciente, sin permitir que se manifiesten.

Reprimimos estos aspectos para sobrevivir. Desde la infancia, aprendemos a expresar solo las facetas que nos permiten encajar en nuestra familia y, más adelante, en el mundo. Con el tiempo, nos vemos obligadas, consciente o inconscientemente, a relegar a la oscuridad psíquica todo lo que es "feo", temeroso, inadmisible o demasiado "algo", cualquier cosa que amenace nuestro sentido de pertenencia. Desde pequeñas, nos han dicho: "No llores, no te enfades, no te quejes, no seas intensa", entre otras cosas.

Estas voces internas, partes de nosotras que han sido negadas, exiliadas, amordazadas y avergonzadas, siguen afectando nuestra vida. Aunque no lo notemos, influyen en la imagen que tenemos de nosotras mismas y en lo que proyectamos hacia los demás.

Aunque trabajar con nuestra Sombra puede dar miedo, ese descenso al inframundo de nuestros territorios oscuros y reprimidos se convierte en un viaje de sanación, transformación, liberación y empoderamiento. Es un proceso clave para el desarrollo sano de la psique femenina, tan sometida, encasillada y diabolizada a lo largo de la historia.